domingo, 29 de septiembre de 2013

A UN CONDOR




He aquí la mañana,
la primera mañana del mundo recién hecho.
Sólo el ala, sólo la luz.
He aquí todas las mañanas.


La eternidad, abajo, es diminuta y verde.
Los claros, las cortezas se juntan para ocultar la liebre.
Sólo el ala, sólo la luz.
He aquí los cóndores que vuelven.


Van a volver al viento de la última sierra.
Se van a abrir sus alas sobre Mérida.
El sol puro y vivo se enredará en sus plumas
y cruzarán sus sombras las lagunas.
Otra vez el sonido tremendo de las alas
abrirá en los páramos el alba.
Van a poblar el cielo sobre La Corcovada,
sobre Mucumpís y Piedras Blancas.

¿Cuánto duró el imperio de tu sombra en los valles
de tus alas abiertas en el aire?
¿Cuánto duró el silencio de tu ausencia en los páramos,
desde el Alto del Trueno a El Campanario?

Tal vez todo este tiempo sea tan sólo un segundo
y ahora mismo está naciendo el mundo.

Y ahora mismo está naciendo el mundo.

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