lunes, 15 de septiembre de 2014

RECOGED ESA VOZ







Recoged esta voz

Letra:  Miguel Hernández

Música: Nascuy Linares
Voz: Antonieta Peña

I

Naciones de la tierra, patrias del mar, hermanos
del mundo y de la nada:
habitantes perdidos y lejanos
más que del corazón, de la mirada.

Aquí tengo una voz enardecida,
aquí tengo un vida combatida y airada,
aquí tengo un rumor, aquí tengo una vida.

Abierto estoy, mirad, como una herida.
Hundido estoy, mirad, estoy hundido
en medio de mi pueblo y de sus males.
Herido voy, herido y malherido,
sangrando por trincheras y hospitales.

Hombres, mundos, naciones,
atended, escuchad mi sangrante sonido,
recoged mis latidos de quebranto
en vuestros espaciosos corazones,
porque yo empuño el alma cuando canto.

Cantando me defiendo
y defiendo mi pueblo cuando en mi pueblo imprimen
su herradura de pólvora y estruendo
los bárbaros del crimen.

Esta es su obra, esta:
pasan, arrasan como torbellinos,
y son ante su cólera funesta
armas los horizontes y muerte los caminos.

El llanto que por valles y balcones se vierte,
en las piedras diluvia y en las piedras trabaja,
y no hay espacio para tanta muerte,
y no hay madera para tanta caja.

Caravanas de cuerpos abatidos.
Todo vendajes, penas y pañuelos:
todo camillas donde a los heridos
se les quiebran las fuerzas y los vuelos.

Sangre, sangre por árboles y suelos,
sangre por aguas, sangre por paredes.
y un temor de que España se desplome
del peso de la sangre que moja entre sus redes
hasta el pan que se come.

Recoged este viento,
naciones, hombres, mundos,
que parte de las bocas de conmovido aliento
y de los hospitales moribundos.

Aplicad las orejas
a mi clamor de pueblo atropellado,
al ¡ay! de tantas madres, a las quejas
de tanto ser luciente que el luto ha devorado.

Los pechos que empujaban y herían las montañas,
vedlos desfallecidos sin leche ni hermosura,
y ved las blancas novias y las negras pestañas
caídas y sumidas en una siesta oscura.

Aplicad la pasión de las entrañas
a este pueblo que muere con un gesto invencible
sembrado por los labios y la frente,
bajo los implacables aeroplanos
que arrebatan terrible,
terrible, ignominiosa, diariamente,
a las madres los hijos de las manos.

Ciudades de trabajo y de inocencia,
juventudes que brotan de la encina,
troncos de bronce, cuerpos de potencia
yacen precipitados en la ruina.

Un porvenir de polvo se avecina,
se avecina un suceso
en que no quedará ninguna cosa:
ni piedra sobre piedra ni hueso sobre hueso.

España no es España, que es una inmensa fosa,
que es un gran cementerio rojo y bombardeado:
los bárbaros la quieren de este modo.

Será la tierra un denso corazón desolado,
si vosotros, naciones, hombres, mundos,
con mi pueblo del todo
y vuestro pueblo encima del costado,
no quebráis los colmillos iracundos.

II

Pero no lo será: que un mar piafante,
triunfante siempre, siempre decidido,
hecho para la luz, para la hazaña,
agita su cabeza de rebelde diamante,
bate su pie calzado en el sonido
por todos los cadáveres de España.

Es una juventud: recoged este viento.
Su sangre es el cristal que no se empaña,
su sombrero el laurel y su pedernal su aliento.

Donde clava la fuerza de sus dientes
brota un volcán de diáfanas espadas,
y sus hombros batientes,
y sus talones guían llamaradas.

Está compuesta de hombres del trabajo:
de herreros rojos, de albos albañiles,
de yunteros con rostro de cosechas.
Oceánicamente transcurren por debajo
de un fragor de sirenas y herramientas fabriles
y de gigantes arcos alumbrados con flechas.

A pesar de la muerte, estos varones
con metal y relámpagos igual que los escudos,
hacen retroceder a los cañones
acobardados, temblorosos, mudos.

El polvo no los puede y hacen del polvo fuego,
savia, explosión, verdura repentina:
con su poder de abril apasionado
precipitan el alma del espliego,
el parto de la mina,
el fértil movimiento del arado.

Ellos harán de cada ruina un prado,
de cada pena un fruto de alegría,
de España un firmamento de hermosura.
Vedlos agigantar el mediodía
y hermosearlo todo con su joven bravura.

Se merecen la espuma de los truenos,
se merecen la vida y el olor del olivo,
los españoles amplios y serenos
que mueven la mirada como un pájaro altivo.

Naciones, hombres, mundos, esto escribo:
la juventud de España saldrá de las trincheras
de pie, invencible como la semilla,
pues tiene un alma llena de banderas
que jamás se somete ni arrodilla.

Allá van por los yermos de Castilla
los cuerpos que parecen potros batalladores,
toros de victorioso desenlace,
diciéndose en su sangre de generosas flores
que morir es la cosa más grande que se hace.

Quedarán en el tiempo vencedores,
siempre de sol y majestad cubiertos,
los guerreros de huesos tan gallardos
que si son muertos son gallardos muertos:
la juventud que a España salvará, aunque tuviera
que combatir con un fusil de nardos
y una espada de cera.

domingo, 11 de mayo de 2014

Sentado sobre los muertos







Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo mantiene.

Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre.

Acércate a mi clamor,
pueblo de mi misma leche,
árbol que con tus raíces
encarcelado me tienes,
que aquí estoy yo para amarte
y estoy para defenderte
con la sangre y con la boca
como dos fusiles fieles.

Si yo salí de la tierra,
si yo he nacido de un vientre
desdichado y con pobreza,
no fue sino para hacerme
ruiseñor de las desdichas,
eco de la mala suerte,
y cantar y repetir
a quien escucharme debe
cuanto a penas, cuanto a pobres,
cuanto a tierra se refiere.

Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué ponerse,
hambriento y sin qué comer,
el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.
En su mano los fusiles
leones quieren volverse
para acabar con las fieras
que lo han sido tantas veces.

Aunque le falten las armas,
pueblo de cien mil poderes,
no desfallezcan tus huesos,
castiga a quien te malhiere
mientras que te queden puños,
uñas, saliva, y te queden
corazón, entrañas, tripas,
cosas de varón y dientes.
Bravo como el viento bravo,
leve como el aire leve,
asesina al que asesina,
aborrece al que aborrece
la paz de tu corazón
y el vientre de tus mujeres.
No te hieran por la espalda,
vive cara a cara y muere
con el pecho ante las balas,
ancho como las paredes.

Canto con la voz de luto,
pueblo de mí, por tus héroes:
tus ansias como las mías,
tus desventuras que tienen
del mismo metal el llanto,
las penas del mismo temple,
y de la misma madera
tu pensamiento y mi frente,
tu corazón y mi sangre,
tu dolor y mis laureles.
Antemuro de la nada
esta vida me parece.

Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago es la muerte.

Miguel Hernández

jueves, 6 de marzo de 2014

Sigues siendo mujer






















Pese al invierno, que empaña el cristal,
y aun cuando suena una canción final;
pese a la nada, que cubre de polvo el ayer,
sigues siendo mujer.

Pese a la esquina, de abismos abierta,
y a que la soledad se amontona en la mesa,
pese al reloj que te sigue desde la pared
sigues siendo mujer.

Pese a que están asediados de olvido
el mañana y el mundo, el amor y los hijos,
entre sábanas limpias y el olor del café
sigues siendo mujer.

Y aun cuando seas ese asunto lejano
que sin piedad devuelve el espejo del baño.
y aunque todo lo que iba a venir y a quedar ya se fue
sigues siendo mujer,
sigues siendo mujer.




Música y voz: Nascuy Linares

Metamorfosis (Era un cautivo beso)





















   METAMORFOSIS












Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve, que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en la agonía. 



        Y sucedió que un día,
        aquella mano suave
        de palidez de cirio,
        de languidez de lirio,
        de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.






Música y voz: John Márquez
Letra: Luis Gonzaga Urbina
.

domingo, 26 de enero de 2014

Historia de un día

Historia de un día


(cejilla en el quinto traste)
DO SOL7 DO SOL7 DO SOL7 DO SOL7 DO SOL lam mim FA DO SOL 
DO SOL lam mim FA DO SOL DO 
SOL7 DO SOL7 DO SOL7 DO SOL7 

DO SOL7
Una mañana 
SOL lam
sin amor y sin muerte
mim FA
salió a caminar
SOL DO
el morral al hombro,
SOL7 DO
la ilusión de andar,
FA DO
un silbido en los labios 
SOL DO SOL7 
sin mirar atrás.
DO SOL7 DO SOL7 DO SOL7

DO
Despierto a la vida,
SOL lam
ansioso y dispuesto,
mim FA
quería olvidar
SOL DO
cruzando montañas 
SOL7 DO
hasta ver el mar 
FA DO
el nombre y el rostro
SOL DO SOL 
que no supo amar.
lam mim FA DO SOL DO SOL
lam mim FA DO SOL DO SOL7
DO SOL7 DO SOL7 DO SOL7

DO L
Y vino la noche, u
SOL lam t
el cansancio y la calma a
mim FA n 
levantar la carpa, i
SOL DO a
hacer una hoguera,
SOL7 DO 1
cenar sin pensar 9
FA DO 8
y al cerrar los ojos 8 


SOL DO SOL7 
empezó a soñar. 
DO SOL7 DO SOL7 DO SOL7 

DO
Soñó que volaba 
SOL lam
por cielos ajenos
mim FA
a ningún lugar,
SOL DO
vagando entre nubes
SOL7 DO
encima del mar
FA DO
el aire en los brazos 
SOL DO SOL DO FA
lo hacía flotar.
DO SOL7 DO SOL DO FA DO
SOL7 DO SOL DO FA DO SOL7
DO rem lam FA DO SOL7 DO
SOL7 DO SOL7 DO SOL7 DO SOL7

DO
Pero cuando andaba 
SOL lam
por otros imperios 
mim FA
de espuma final
SOL DO
un fulgor en la cara 
SOL7 DO
lo hizo despertar:
FA DO
salió de la carpa
SOL DO SOL7 DO
y no regresó más.
SOL7 DO SOL7 DO SOL7 

DO
No era una antorcha 
SOL lam
ni el amor ni la muerte 
mim FA
ni un carro estelar, 
SOL DO
no era la mañana 
SOL7 DO
ni el Juicio Final:
FA DO
era que la luna
SOL DO SOL7 DO
lo vino a buscar. 

miércoles, 22 de enero de 2014

NI TANTO




             



Le esperaba una historia
Junto al alba
Con los besos más dulces
Que soñara.
Y prefirió las mañanas
Un camino y un fusil
Que le dieran sentir
A querer sonreír.

Ni tanto que queme al santo
Ni tanto que no lo alumbre, mujer.
Ni tanto que me hayas besado ayer
Y hoy no te vuelva a ver.
Ni tanto que sueñes con huracanes
Y empiece a llover.

Se pasaba los días
Mendigando
Un poco de alegría
Una melodía y un árbol
Y terminó sumergido
En un río sin color
En una tempestad
De seres
Sin amor.

Ni tanto que queme al santo
Ni tanto que no lo alumbre, mujer.
Ni tanto que me hayas besado ayer
Y hoy no te vuelva a ver.
Ni tanto que sueñes con huracanes
Y empiece a llover.



Letra, música, voz: NASCUY LINARES

miércoles, 11 de diciembre de 2013

CORAZON CORAZA





LA SI
pequeña y dulce
MI
corazón coraza


porque eres mía
LA SI MI
porque no eres mía 
LA SI MI
porque te miro y muero 
LA
y peor que muero 
SI MI
si no te miro amor



LA SI
si no te miro amor
MI
si no te miro
LA SI MI
porque tú siempre existes dondequiera
LA SI MI
pero existes mejor donde te quiero
LA SI
porque tu boca es sangre 
 


MI
y tienes frío
LA SI
tengo que amarte amor
MI
tengo que amarte
LA SI MI
aunque esta herida duela como dos
LA SI
aunque te busque y no te encuentre
MI
y aunque 
LA SI MI
y aunque la noche pase y yo te tenga

y no
LA SI MI
y aunque la noche.


¬
Poema de Mario Benedetti (n. 1920)
Música: Jorge Chacín, 1988
Voz:  John Márquez